Mi intención es que el análisis se imponga a la opinión. No siempre lo consigo, pero que quede constancia de mi voluntad.
El lunes de esta semana...
Disonancia borreguil
Entre los instrumentos de análisis de la política se usan varios sinónimos de fanatismo para entender fenómenos como la explicación del resultado de la consulta popular hecha por los borregos y la de su pastor para negar la cercanía política con el contralor delincuente. La psicología calificaría a ambas actitudes como muestras evidentes de disonancia cognitiva. Reivindicar el triunfo cuando las cifras señalan precisamente lo contrario y negar la cercanía –política y personal– a pesar de las pruebas de diez años de celebrada relación, constituyen la ruptura entre las creencias y los comportamientos, que es lo que caracteriza a ese síndrome. Lo interesante de este caso es que se expresa en lo individual y en lo colectivo, en el pastor y en el rebaño.
Lo del pastor no es algo nuevo. Desde antes de dejar el Gobierno ya presentó muestras de esa dicotomía cuando alegaba desconocimiento de la trayectoria y las posiciones políticas de sus compañeros de primera hora. Eran los que habían sostenido por largos años las propuestas más utópicas de la izquierda, de manera que él, como cualquier persona que leía un diario o escuchaba la radio, no podía sorprenderse por las decisiones que ellos tomaban en sus cargos gubernamentales. Asimismo, afirmó desconocer a cada uno de los pillos que, gracias a la prensa corrupta y a los odiadores, fueron saliendo a la luz mientras ejerció la presidencia. Ya fuera del cargo, el síndrome se agudizó. Su más reciente manifestación, la adjudicación del contralor corrupto al gutierrismo, es cómica, pero sobre todo preocupante.
La reacción del rebaño es comprensible, ya que no surge de su interior, sino que es la orden que viene desde arriba. Como han sido siempre a lo largo de la historia, estos fenómenos políticos son el reflejo pavloviano, irracional, al estímulo. Tiene mucho de disonancia, porque no existe coherencia entre las palabras y los hechos, pero muy poco de cognitiva, porque allí no interviene el conocimiento.
Estas manifestaciones de un síndrome individual y colectivo no pasarían de ser casos de estudio si no fuera por el efecto político que tienen. La creencia construida de esa manera es la materia prima para la construcción del relato, esto es, de la interpretación de la situación. La afirmación de un triunfo cuando es una derrota es un instrumento efectivo para consolidar las propias filas. La instauración de un relato artificioso coloca a los opositores en una posición defensiva, ya que deben entrar en el terreno de las interpretaciones y dejar en segundo plano a las realidades y las propuestas. La disonancia de los unos puede modelar la conducta de los otros, aunque estos últimos sean mayoría.
Los resultados de la consulta deberían dejar sin piso a la interpretación triunfalista del pastor y sus borregos. Igualmente, la decisión del jurado norteamericano debería servir para demostrar de una vez por todas los altísimos niveles políticos e institucionales que ocupó la red organizada de delincuencia y, sobre todo, la complicidad de las principales autoridades de aquel tiempo. Pero ellos seguirán con el relato y habrá quienes les crean. Bien decía un intelectual latinoamericano, refiriéndose a un colega, “este cree que porque Asterix y Obelix le daban porrazos al César no existió el Imperio romano”
Disonancia borreguil
Entre los instrumentos de análisis de la política se usan varios sinónimos de fanatismo para entender fenómenos como la explicación del resultado de la consulta popular hecha por los borregos y la de su pastor para negar la cercanía política con el contralor delincuente. La psicología calificaría a ambas actitudes como muestras evidentes de disonancia cognitiva. Reivindicar el triunfo cuando las cifras señalan precisamente lo contrario y negar la cercanía –política y personal– a pesar de las pruebas de diez años de celebrada relación, constituyen la ruptura entre las creencias y los comportamientos, que es lo que caracteriza a ese síndrome. Lo interesante de este caso es que se expresa en lo individual y en lo colectivo, en el pastor y en el rebaño.
Lo del pastor no es algo nuevo. Desde antes de dejar el Gobierno ya presentó muestras de esa dicotomía cuando alegaba desconocimiento de la trayectoria y las posiciones políticas de sus compañeros de primera hora. Eran los que habían sostenido por largos años las propuestas más utópicas de la izquierda, de manera que él, como cualquier persona que leía un diario o escuchaba la radio, no podía sorprenderse por las decisiones que ellos tomaban en sus cargos gubernamentales. Asimismo, afirmó desconocer a cada uno de los pillos que, gracias a la prensa corrupta y a los odiadores, fueron saliendo a la luz mientras ejerció la presidencia. Ya fuera del cargo, el síndrome se agudizó. Su más reciente manifestación, la adjudicación del contralor corrupto al gutierrismo, es cómica, pero sobre todo preocupante.
La reacción del rebaño es comprensible, ya que no surge de su interior, sino que es la orden que viene desde arriba. Como han sido siempre a lo largo de la historia, estos fenómenos políticos son el reflejo pavloviano, irracional, al estímulo. Tiene mucho de disonancia, porque no existe coherencia entre las palabras y los hechos, pero muy poco de cognitiva, porque allí no interviene el conocimiento.
Estas manifestaciones de un síndrome individual y colectivo no pasarían de ser casos de estudio si no fuera por el efecto político que tienen. La creencia construida de esa manera es la materia prima para la construcción del relato, esto es, de la interpretación de la situación. La afirmación de un triunfo cuando es una derrota es un instrumento efectivo para consolidar las propias filas. La instauración de un relato artificioso coloca a los opositores en una posición defensiva, ya que deben entrar en el terreno de las interpretaciones y dejar en segundo plano a las realidades y las propuestas. La disonancia de los unos puede modelar la conducta de los otros, aunque estos últimos sean mayoría.
Los resultados de la consulta deberían dejar sin piso a la interpretación triunfalista del pastor y sus borregos. Igualmente, la decisión del jurado norteamericano debería servir para demostrar de una vez por todas los altísimos niveles políticos e institucionales que ocupó la red organizada de delincuencia y, sobre todo, la complicidad de las principales autoridades de aquel tiempo. Pero ellos seguirán con el relato y habrá quienes les crean. Bien decía un intelectual latinoamericano, refiriéndose a un colega, “este cree que porque Asterix y Obelix le daban porrazos al César no existió el Imperio romano”
... y el de la semana pasada
Riesgos de las consultas
En un artículo escrito en la mañana del viernes, como es este, es imposible analizar los resultados de la consulta que recién se celebra el domingo, pero que para los lectores ya será pasado. Todo este trabalenguas y traba-tiempos significa que este no es un análisis de los resultados. Es apenas un conjunto de suposiciones basadas en lo que sucedió en consultas anteriores y en la observación de algunos hechos que pueden haber influido en las decisiones de los votantes.
En las consultas se observan dos constantes. La primera es que todas, con excepción de una (la de los Yasunidos), fueron convocadas por los presidentes de la República, es decir, su dirección fue de arriba hacia abajo. No surgieron de la iniciativa ciudadana, sino de alguna necesidad coyuntural de los gobernantes. De ahí se desprende la segunda constante, que es su transformación en un evento de apoyo o de rechazo al convocante. Las preguntas pasaron siempre a segundo plano, lo que no significa que sus contenidos fueran anulados en su totalidad, pero sí que estuvieron supeditados al interés inmediato del político del momento.
El caso actual sigue esa misma línea. Tanto el Gobierno como los opositores la presentaron de esa manera. Las encuestas graficaban claramente esa realidad cuando recogían la evolución paralela de la subida o bajada de la aprobación presidencial y del voto favorable o contrario en las preguntas. Pero hubo tres preguntas (extradición, trabajo por horas, arbitraje internacional) que tuvieron un comportamiento diferente, casi autónomo del grado de aprobación presidencial, y que anunciaban un posible triunfo del no. En gran medida, esto se debió a que los grupos opositores decidieron concentrarse en ellas, ya que la confrontación total podía llevarles a la derrota debido a la alta aprobación que mantiene el presidente.
Las cifras nos dirán si la estrategia opositora tuvo éxito, pero también si hubo contagio a otras preguntas. Además, serán un indicador muy importante sobre el futuro del Gobierno y de las aspiraciones reeleccionistas del presidente. Habiendo planteado la consulta como un plebiscito sobre él y su gestión, el triunfo del no en una o en varias preguntas constituirá una derrota política, más allá del contenido de cada una de ellas. Como siempre, no habrán sido esos contenidos los determinantes de los resultados, sino la habilidad de las oposiciones para concentrar el rechazo en unas pocas preguntas.
Además de la repetición del pasado, esta consulta estuvo influida por tres hechos: la incursión en la Embajada de México, los apagones, los hechos de violencia y la eliminación del Movimiento Construye. A pesar de las graves consecuencias que tiene para el país, el primero fortaleció la imagen presidencial e incrementó la intención del voto favorable en la consulta. Por el contrario, los otros golpearon la imagen presidencial y debilitaron la intención del voto afirmativo. Las denuncias de sabotaje y las acusaciones a la exministra de Energía proyectaron una imagen de debilidad e improvisación antes que de fortaleza. Los asesinatos de dos alcaldes de zonas mineras hicieron recordar los peores tiempos. La exclusión de Construye seguramente habrá impulsado a muchos de sus seguidores al voto negativo. Son los riesgos de las consultas.
Riesgos de las consultas
En un artículo escrito en la mañana del viernes, como es este, es imposible analizar los resultados de la consulta que recién se celebra el domingo, pero que para los lectores ya será pasado. Todo este trabalenguas y traba-tiempos significa que este no es un análisis de los resultados. Es apenas un conjunto de suposiciones basadas en lo que sucedió en consultas anteriores y en la observación de algunos hechos que pueden haber influido en las decisiones de los votantes.
En las consultas se observan dos constantes. La primera es que todas, con excepción de una (la de los Yasunidos), fueron convocadas por los presidentes de la República, es decir, su dirección fue de arriba hacia abajo. No surgieron de la iniciativa ciudadana, sino de alguna necesidad coyuntural de los gobernantes. De ahí se desprende la segunda constante, que es su transformación en un evento de apoyo o de rechazo al convocante. Las preguntas pasaron siempre a segundo plano, lo que no significa que sus contenidos fueran anulados en su totalidad, pero sí que estuvieron supeditados al interés inmediato del político del momento.
El caso actual sigue esa misma línea. Tanto el Gobierno como los opositores la presentaron de esa manera. Las encuestas graficaban claramente esa realidad cuando recogían la evolución paralela de la subida o bajada de la aprobación presidencial y del voto favorable o contrario en las preguntas. Pero hubo tres preguntas (extradición, trabajo por horas, arbitraje internacional) que tuvieron un comportamiento diferente, casi autónomo del grado de aprobación presidencial, y que anunciaban un posible triunfo del no. En gran medida, esto se debió a que los grupos opositores decidieron concentrarse en ellas, ya que la confrontación total podía llevarles a la derrota debido a la alta aprobación que mantiene el presidente.
Las cifras nos dirán si la estrategia opositora tuvo éxito, pero también si hubo contagio a otras preguntas. Además, serán un indicador muy importante sobre el futuro del Gobierno y de las aspiraciones reeleccionistas del presidente. Habiendo planteado la consulta como un plebiscito sobre él y su gestión, el triunfo del no en una o en varias preguntas constituirá una derrota política, más allá del contenido de cada una de ellas. Como siempre, no habrán sido esos contenidos los determinantes de los resultados, sino la habilidad de las oposiciones para concentrar el rechazo en unas pocas preguntas.
Además de la repetición del pasado, esta consulta estuvo influida por tres hechos: la incursión en la Embajada de México, los apagones, los hechos de violencia y la eliminación del Movimiento Construye. A pesar de las graves consecuencias que tiene para el país, el primero fortaleció la imagen presidencial e incrementó la intención del voto favorable en la consulta. Por el contrario, los otros golpearon la imagen presidencial y debilitaron la intención del voto afirmativo. Las denuncias de sabotaje y las acusaciones a la exministra de Energía proyectaron una imagen de debilidad e improvisación antes que de fortaleza. Los asesinatos de dos alcaldes de zonas mineras hicieron recordar los peores tiempos. La exclusión de Construye seguramente habrá impulsado a muchos de sus seguidores al voto negativo. Son los riesgos de las consultas.